El sol,
las sombras,
(Y yo tan lejos)
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¿Me harías el amor,
joven hermoso?
¿Descubrirías el ritmo de mi cuerpo
en una sola noche?,
¿Tendrías la fuerza, la paciencia
el gesto que extraviamos
los amantes antiguos?,
¿Podrías engañarme?,
¿Podría yo sentir
lo que atesoro en mi memoria
sin profanar la tristeza
de lo irremediablemente
perdido?
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Un gorrión agoniza (entrevemos)
dejando un reguero rojo casi negro
huye preso
con su ala dislocada
saliendo de una boca en absoluto silencio.
¿Es que no hay imágenes
que puedan alejarnos de esa
macabra inclinación
hacia el fin?
No,
las necesitamos
no hay tarde
en esta tragedia
ni noche, ni sol naciente.
No hay nada más que astro
en el cenit
y nuestro polvoriento mirar
esta cosa extraña
que es la muerte.
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Te amo
Sueño mío.
La noche envuelve tu forma
de susurro azul.
Sueñas, mi amor,
con una amapola inmensa
que te acaricia la espalda.
Rostro amable
en la sombra de tu guarida
feliz.
Bálsamo, agua cálida,
perfume de tierra.
Verde es tu huerto
y verde tu sonrisa.
Héroe en la línea del horizonte (héroe de ensueños)
y amapolas blancas
desprendiendo sus pétalos
sobre el mar infinito.
Océano,
(mar) azul de oxígeno
límpido.
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El amor desordenado
dejado de cualquier manera:
cómo sábana caída
que pasa los días llenándose de polvo
sin que nadie la sacuda y alce con delicadeza
sin que nadie la estire sobre el lecho.
El amor de siempre acurrucado
de miedo, en la esquina donde la araña teje
un manto de olvido
para que nadie intuya que en aquel rincón
enmarañado, sufre el amor.
El amor disminuido, abandonado a su suerte.
Él que es débil como un pequeño salvaje
temeroso y de lágrima fácil,
muriendo húmedo de espanto
tras la trampa de la desmemoria
y el tiempo enmohecido.
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Desperté la mañana luminosa
su velo suavizaba las formas.
Luego ascendía cada vez más fino
hasta esconderse en
el cajón de la nube.
Viví la mañana luminosa
descarnada desde entonces.
Su angulosa negrura me dolió.
Sentada en la mañana sufrí
la claridad tras la oscuridad del corte.
El picotazo de abeja amarilla,
el sol de mi poema quemándome la frente
¡Y hasta el beso que le di! o me dio.
Adoré la mañana luminosa,
la amé tanto que ansié convertirme en su luz,
la amé tanto que deseé ser el volumen de su sombra,
me acerqué impaciente a sus aristas
y follamos, o luchamos,
con nuestros seres herméticos.
Enero 2000.
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Tarde muda o,
pájaro apenas
y verde y naranja y azul
y negro sobre todo
anunciando:
yo soy el principio de la noche.
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El cereal en la brisa es la lluvia de estío
por la ladera monte abajo, por el camino
está mi casa. Blanca con pozo blanco.
Si se pasa la jornada en lo alto
planeando el paisaje como alas de pájaro
se empañan los ojos de vejez
se diluyen las colinas en un cántaro de leche.
Cuando ya no llueve cereal ni aguja de pino
y es tan grande el silencio que enmudece la chicharra
desciendo pensando en ti:
“Mi amor está en casa con las manos de cal”
El sol me acompaña rojo como un fruto.
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La muerte entró
por lo más bello de la vida
y se llevó de un soplo
todos los futuros.
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ESTACIONES
Invierno era un espíritu bello, algo almidonado y muy fino.
Se llamaba invierno porque año tras año la muerte dormitaba en sus dedos. Nos
habíamos enamorado de su música y de cómo nos conducía en su auto plateado al
fin del mundo. Un amanecer, sus ojos brillaron y una lágrima dejó un camino de
destellos en su pronunciado pómulo.
Es un secreto inviolable la razón última de la lágrima
única del malherido invierno, pero aquella mañana nos sentimos causantes de tal
desprendimiento y también,, sumamente desgraciadas; y por ese secreto,
malvivimos desde entonces con el ardiente deseo de contar lo que no se puede.
2007
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Por fin, el mar
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Los niños actuaron sin piedad
acaso, no fueron ellos…
¿Quién entonces osó desmembrar
la metáfora de mi recuperación?
Un único ser ha acompañado
mi vida estos últimos años:
una orquídea de flores orientales
que llego con la noche.
En aquel encuentro
pensé : “quiero cuidarte sólo a ti,
mi debilidad no me permite
dispersarme.
Desde entonces, al amanecer,
la transportaba al fresco ventanal
Al medio día la
escondía de los fuertes
rayos en la sombra
del deslunado.
Le hablaba,
acariciaba sus grandes hojas
y ella se prodigaba en flores
de suma belleza.
Fue creciendo y fortaleciéndose
a la par que yo crecía y me fortalecía.
Su silencioso ser
llenaba mi espaciosa soledad.
Y ayer, como todos los días,
la transporté al ventanal
para que el frescor del alba
la confortara.
Y deseosa yo también
de las fragancias de las primeras horas,
salí a divagar
entre los edificios.
Al regresar con el sol en la nuca,
vi a mi única orquídea deslavazada:
mordidas las hojas, trituradas las flores
y los espíritus que habitaban sus raíces. (sigue)
Muchos trozos
yacían dispersos entre los adoquines
del patio. lloré,
todavía se empañan los ojos.
Apenas nos alzamos
y una fuerza inconsciente
nos vuelve a tumbar
con los miembros dislocados.
¡No veis seres crueles,
que apenas puedo con una hermosa
orquídea!
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Llega un momento en
nuestras vidas en el que
comienzan a aparecer seres
que se nos mueren a medias.
Entonces, se abre
en nuestra conciencia
la clara existencia
de los legendarios fantasmas.
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Quiero decir
que le llamé
para contarle que sentía vértigo,
que la vida se escapaba
entre los dedos
y que me producía un llanto interminable
aquella pérdida.
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Moisés ha venido a visitarme
y a contarme cómo fue:
“la
orquídea la arrancaron
otros”
Moisés
apenas llega a la ventana;
le gustan los pájaros enjaulados
y desprende serenidad.
Yo ya no sufro,
la orquídea aguantará
y ellos seguirán alegrando
mi existencia.
Perdono, admito la violencia
de su inconsciencia,
pero también afirmo que
la vida, tras los barrotes,
es desde ahora, recomendable.
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Cómo terminara el día que apenas comenzó.
Con qué parpados cansados,
con que suerte de sudor.
Dónde se detendrán los trapos
que no cosí,
dónde la carta que no escribí,
dónde el trabajo que no realicé,
que no cobré, que no comí.
cómo terminaran las luces de la mañana,
aquellas que se olvidaron
entre invisibles y vanas.
¿Cómo la tarde?
que ni se puso ni se pondrá
por el horizonte emborronado.
Cómo la noche no estrellada
o no de luna grande o no de nube negra
o no de nueva luna y nube clara.
Qué será al fin de la almohada
y el edredón,
y de la carne entre sábanas
que ya perdieron sus hilos,
sus algodones, sus plumas,
que ya extravió su calor,
sus venas, sus huesos, sus alas.
Enero del 2000.
15-IX-99
Medio día. Talaïa de Sant Joan
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Sencillez,
palabras justas.
Los dos poemas y el pequeño texto de Pablo,
hermosos.
Es un poeta.
Tiene inteligencia (se guarda el mejor bocado para el
final)
y la sensibilidad
mesurada de todo amante del vivir.
Duerme bien,
duerme mejor cuando el día no merece la pena
y olvida
un enfado,
una enfermedad.
Es fuerte
como los robustos troncos que trabaja,
y bebedor,
porque acompaña la soledad
y la reunión el vaso lleno.
Y fumador,
aunque odia ese veneno
que le merma el aire.
Pablo,
tiene una estantería dedicada
a todos sus poetas.
Los ha leído apasionado una y otra vez
y ha hecho íntimamente suyos los versos revelados
Agradecería al asesino
que en esta tarde
febril
me clavara el filo metálico
de su navaja.
Y mientras la sangre
fluyera fuera de mí,
colmando el lecho de su olor y calidez,
susurraría sonrisas y palomas,
feliz ante la pálida muerte.
¡Ay cuchilla deseada
en manos de un ser sin escrúpulos!
GUARDABA CELOSAMENTE EL PAPELITO CHICO CON POEMA
Poemita grande, poemita lindo, poemita mío,
mío, sólo mío.
Y se perdió.
Busqué incansable. Sigo buscando. Por las esquinas,
por los armarios, debajo del mobiliario, encima de las
repisas.
Era tan, tan, que sonaba y todo.
La libertad del paisaje,
mi sol, mi cielo
y yo corazón de piedra
con vestido largo, largo como la tierra.
Enero
del 2000.
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CIUDAD
La ciudad está llena,
bulle:
Miles de seres,
de luces,
de ruido…
Insoportable.
¿Si todo se desintegrara
y nos quedáramos
frente a un paisaje diáfano?.
Silencio….
Horizonte….
Tu y yo podríamos hablar
más allá de las palabras,
o permanecer mudos
ante el transcurrir del día.
Las palabras
son duras y distantes,
y no vienen de ti
que me abandonas,
ni
de nadie.
Ni de nadie
entre tantos …
¡Ay! Torres sinfín,
Calles azules,
músicos…,
¿has oído esa música
que viene poco a poco,
y llega, y se va,
dejando una herida de memoria
y burda melancolía?.
Cuando la desolación,
ante la multitud,
paraliza,
y tú ya no respondes,
no hay detonador
que pueda liquidar
esta sinrazón de gentes.
6-X-99
4
de la tarde en Barcelona
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LUZ SUAVE
El ala de la paloma
acaricia un rosto de mujer,
repasa el hierro fundido de la farola
con su tacto de plumas
Una acacia falsa suspende sus lágrimas,
una silla, una mesa y la copa don agua
acunan lunas de plata
sucia.
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Pau
La casa que veo desde la torre
tiene un molinillo de viento.
El viento nueve sus aspas
y las copas de los
pinos.
No me puedo defender
de su canto de
sirena ventrílocua:
ha puesto tu voz en la ventana
y tararea “flors de valadre”.
Cómo me arrastra el viento
que huele a ti: romero
y me lo quiero creer
“No es la sirenita madre la de tan bello cantar
si no es el conde niño que por mi quiere finas”
¡Ay!, cómo engaña el viento
con su veloz cola de pez
y me lo quiero creer
Es tu voz de enamorado que me quiere enamorar
y llevarme de la mano hacia el fondo de la mar.
Pau
El Mediterráneo se extiende
detrás de la casa del molinillo de viento.
Es tu voz de enamorado que
me quiere enamorar
y llevarme de la mano hasta
el fondo de la mar.
Loco mundo
Desde la cabeza turbia
Loco mundo
Sueños oscuros para la tarde del Sábado
composición química de las entrañas
cambio de las propiedades
Herida en la tarde….
siniestra reacción
quemadura
Duérmete y sal de la pesadilla de los sentidos
¡Qué se vaya a la mierda
la sensibilidad
la paranoia
la neurosis
la esquizofrenia ¡
Tarde, pon el sol en su sitio
y que se hunda como siempre.
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El patio queda lejos
Los niños ya tienen Vacaciones
Es el primer día de verano:
Una puesta de sol,
Un bosque conocido…
Imagen múltiple de mi reciente memoria.
He vivido en estas tardes
Durante una década….
regresé para relajarme o, quizás,
encontrarme, o,
perderme, dolerme,
meditarme,
hacer el amor…
El patio del barrio queda lejos
los chavales polvorientos
morenos de cemento
me buscarán entre los barrotes
del pequeño estudio…
Estoy lejos, queridos, pero
mañana vuelvo.
Me dejó libre el destino
por una tarde: brisa, árbol, tiempo....
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El era un hombre
al que podía haber roto
los huesecillos en un abrazo
Tan fino …y su ternura
se derramó por mi piel,
sus ojos se paralizaron
en la contemplación de mi rostro
Y su sexo maduró en mi vientre
y estalló dulce y pegajoso,
en el preservativo
Desde entonces, sus dedos
quisieron colmarme
durante siempre
de caricias
Y nombró la belleza
con la que me miraba
todas las mañanas que
nos despertamos juntos
Complaciente,
se acomodó a mi paso
aceptó mi humor
y quiso estar a mi lado
Cuando me hundí en el abismo
de la falta de aire
y aguantó
igual de extasiado
por mi piel, mis ojos, y todo lo mío
que le dijera no, que le dijera
que yo ,enloquecía
de remordimientos.
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Acepta los desvíos que tomas
y vive tu trayecto sin miedo
dará igual lo que elijas.
Todo depende de ánimo
y también: en profundidad
todo es el mismo camino,
ancho como el mar.
Abierto como el mar .
LA VOZ DE SONIA
In memoriam.
En esta gavilla de poemas breves que, escogidos entre otros varios, nos dejó Sonia en prenda de amor y de belleza, prevalece una rica imaginería de sensibilidad y de ternura, de una ternura que no encontró respuesta. Pero su voz poética muestra y patentiza, sobre todo, una insobornable límpida mirada ante la sucia y turbulenta realidad de un mundo como este (Loco mundo…) que cree avanzar -¿y quién lo sabe?-, azacaneado y a empellones, tironeado brutalmente por la crueldad y la mentira que lo arrastran con desconsideración hacia la destrucción y el caos:
¿Es que no hay imágenes
que puedan alejarnos de esa
macabra inclinación hacia el fin?
Así lo sintió Sonia, asombrada y confusa, sin encontrar acomodo; como tantos otros que sin coraza en que encerrar su alma herida, sin capa en que envolverse, no han hallado sino dolor y muerte bajo un cielo vacío. Sus grandes ojos glaucos como el mar de su tierra natal clamaban por un azul sin tacha, por un azul mediterráneo -en donde se crió-, intenso y calmo:
Océano, (mar) azul de oxígeno
límpido.
Y, sí, también halló el amor -no fue tan desvalida-, pero el amor, a veces, por desgracia, es dubitativo y pasajero, e incluso se comprueba que lo que nos parecía ser amor ha resultado tan solamente un querer amar que no nos salva de la intrínseca soledad del corazón, porque lo acecha el cronos devorador de la alegría, el pozo negro del insondable olvido y lo oxida la herrumbre de las lágrimas; y, así, el amor se encoge, se enmohece, y se aparta y nos deja, porque también él se abandona a sí mismo:
El amor disminuido, abandonado a su suerte.
Él, que es débil como un pequeño salvaje
temeroso y de lágrima fácil,
muriendo húmedo de espanto
tras la trampa de la desmemoria
No fue verdad, Sonia, que
…la muerte entró
por lo más bello de la vida
y se llevó de un soplo
todos los frutos…,
porque tu muerte nos dejó la memoria indeleble de tu belleza, de tu insobornable bondad y
este reguero de imágenes y de armónicos sonidos que aún oímos cuando
recordamos la dulzura de tu voz. Como dijo Machado, “Vive, esperanza,
¿quién sabe / lo que se traga la tierra?”.
Comprendí
en su momento -y también los hago míos- tu hartazgo y tu desesperación
ante una vida que se complacía en atormentarte con un tan refinado
sentir sin sentido, con tan larga pesadilla de los sentidos sublevados, y
te imponías el sueño como puerta de escape de ese mundo de horrores;
pero tú y yo sabemos que es una puerta falsa que se vuelve a abrir a la
inversa en el momento menos pensado. Mejor, mucho mejor tu irreductible
petición a la tarde, con la mejor imagen de tantos poetas, para que pusiera el sol en el sitio que le corresponde y que, como fruta madura, lo dejara caer y que, como siempre, se hundiera en el ocaso.
Duérmete y sal de la pesadilla de los sentidos
¡Qué se vayan a la mierda
la sensibilidad
la paranoia
la neurosis
la esquizofrenia!
Tarde, pon el sol en su sitio
y que se hunda como siempre.
Te acompañaremos, Sonia, te acompañamos ya en el fin y hasta acostarnos, al fin, a descansar en la cuna del mar, entre las sábanas azules del mar, a la hora azul del crepúsculo de la vida. Si a Manuel Machado le torturaba el pensar y a ti el sentir, a todos nos martiriza este vivir entre la agitación y la desmesura y, con el poeta, clamamos por “el mar amado, el mar apetecido, / el mar, el mar…”.
En
el azul mortecino del alba, de frente al dudoso azul de un cielo
indefinido, decidiste hundirte en la tiniebla azul del abismo
inconforme… Sonia, por fin, el mar.
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